El hombre, taciturno y con la mirada perdida estaba quieto --demasiado quieto tal vez-- junto al poste de alumbrado en la entrada de mi pueblo.
---¡Verano! ¡El fuego habla! ¡El fuego está hablando!...
Me mira sin mirarme y de nuevo se queda ensimismado en sus ¿pensamientos?
Yo sigo mi camino pensando: ¡Cómo es la vida! Hace treinta y tantos años nosotros íbamos a su casa y esperábamos pacientemente hasta que la madre de este hombre nos regalaba los juguetes que él y su hermano habían dejado de usar. Y hoy ese niño convertido en hombre parece no tener un norte. Totalmente perdido en el mundo. Pidiendo dinero para subir a su pueblo desde la ciudad. Es extraño este asunto.
En el pueblo le temen porque parece ser un loco. Yo no tengo la certeza. Hay tantos locos que parecen cuerdos y hay tantos cuerdos que parecen locos...
No lo he vuelto a ver.
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